martes, 23 de agosto de 2011

CAPÍTULO 5. Se fuerte, estoy contigo.


Las dos primas se fundieron en un abrazo. Desde luego la gran caminata había merecido la pena, incluso si la ciudad donde se hallaba no era la que ella estaba buscando, pues había encontrado algo con mucho más valor para ella. La miró con tanta intensidad que Terry casi se asustó:
-        ¿Estás bien Klaire? –preguntó- ¿Por qué me miras de esa forma?
-        ¡Oh, Terry te echaba tanto de menos! –dijo la chica tirándose a los brazos de su prima de nuevo- Fue todo tan rápido y tan confuso y de repente, habías desaparecido y no sabía dónde ir..
-        ¿Y por qué viniste aquí? –La voz sonó dulce y seca por igual.
-        Pues, sencillamente, comencé a andar y.. –sacó la postal- esta era la única pista que tenía.
-        ¡oh, tía Kara, siempre tan sutil! –dijo más para sí misma que para Klaire- bueno, venga, vamos a mi casa que tienes mucho que contarme.
-        A…¿A tu casa?
-        Claro, aquí tienes la tuya –respondió con una sonrisa.
-        ¿Es aquí donde están mis padres? –Klaire no salía de su asombro, ¡¿Significaba aquello que la había encontrado por fin?!
-        Si, Klaire, has vuelvo a casa.
Terry condujo a Klaire a paso ligero alejándose poco a poco de la calle principal. Caminaban en silencio, Terry pensativa, Klaire fascinada con la arquitectura tan cuidada y elegante de la ciudad. Pasaron por dos plazas, una de forma cuadrada y la otra algo más redonda. Como el resto del lugar, estaban pulcras y organizadas, pero Klaire echó de menos algo más de vegetación, ya que era bastante escasa por el lugar.
Tardaron casi tres cuartos de hora en llegar frente a un portal de color celeste. Terry se paró tan de golpe que a Klaire a penas la dio tiempo de frenar. Subieron hasta el segundo piso, donde Terry volvió a frenar y abrir otra puerta más:
-        Bueno, este es mi hogar. No he encontrado nada mejor en tan poco tiempo, pero no te preocupes, aquí tienes casa propia… aunque no creo que sea adecuado presentarnos de golpe, así que pernoctaremos aquí y mañana te llevaré a tu casa, ¿vale?
-        Entendido –asintió Klaire, sin poder dejar de sonreír.
Terry la condujo a través del apartamento hasta el cuarto de invitados, cogió algo para picar de la cocina y volvieron al salón para charlar y contarse las mil y una aventuras que habían pasado estando separadas.

Por fin divisaba la gran muralla de Sessenis, por fin había llegado a su destino. Aunque no tenía muy claro dónde debía ir primero, si a buscar a Brandon o… ¡Mierda! Ellos no sabían que él se había marchado de la ciudad, y quizá no les hacía mucha gracia que dejase sin vigilancia a su “victima”. ¡Oh, ¿Por qué no había pensado en aquello antes?! Bueno, daba igual, se alojaría en un hotel y se pondría en contacto con su hermano como si lo hiciese desde la playa. Giró a la derecha y cogió la primera curva, que le desviaba hacía la zona donde se encontraban los pocos hoteles que había por allí.
Cuando por fin entró en la habitación 689, soltó las cosas y marcó un número de teléfono:
-        ¡Brandon, soy yo! Necesito verte –dijo, sin más dilación-.
-        Matt, ¡Qué sorpresa! –la voz sonó algo distorsionada- pues creo que estás de suerte, justo me dirigía para allá…
-        ¡¿Qué!? –Matt comenzó a sudar- ¿Y por qué…? O sea… ¿cómo…? –No conseguía encontrar las palabras adecuadas.
-        Vaya, necesitas verme pero te da un soponcio al enterarte de que voy para allá, no te entiendo hermanito. Desde que estás allí estás de un raro… Bueno, que no puedo entretenerme demasiado, en apenas un par de horas estaré por allí, dime un lugar donde podamos vernos.
-        Sessenis –respondió-.
-        No Matt –rió Brandon-, me refería…
-        Brandon, estoy en Sessenis –le cortó-.
Hubo un largo silencio al otro lado de la línea.
-        ¿Qué coño haces allí ?
-        Eso es de lo quería hablar contigo. Digamos que las cosas se han complicado un poco, pero de todos modos no quiero hablar por aquí, quedemos en un lugar intermedio dentro de tres días, ¿de acuerdo?
-        Está bien, déjame pensar –se escuchó un silencio al otro lado, luego añadió-, la casa del peregrino, en el lago.
-        De acuerdo, hasta entonces.
Matt colgó el teléfono y se tiró en la cama. ¡No se lo podía creer! ¿Qué diablos hacía Brandon yendo a Adelfield? Y mira que era inoportuno, que tenía que ir justo cuando él no estaba allí. Menos mal que no había llegado aún, porque si Megan se lo hubiese encontrado todo su plan se habría ido al traste. Con un suspiro se incorporó en la cama, recogió de nuevo sus cosas, y salió de la habitación más cara de la historia, pues había pagado el servicio para dos noches y la había utilizado algo menos de dos horas.

Aquella casa era impresionante. «Más que una casa es una mansión» se corrigió la chica «¿De verdad he vivido aquí en algún momento de mi vida?». Era una extraña mezcla entre un castillo y un edificio típico de la ciudad. El color arena predominaba, mezclado con pizarra en el techo y algún toque de color, en azul. Klaire miró a Terry:
-        No estés nerviosa, Klaire, es tu casa.
-        Ya, pero… no me acuerdo de nada. No tengo recuerdos de haber vivido aquí, ni siquiera recuerdo a mis…
-        ¡¡Klaire, cariño!! –Una mujer alta y elegantemente vestida corría hacía ellas, seguida de un hombre algo más alto que ella con cara sorprendida.
La muchacha fue violentamente arrancada de la protección de Terry y se vio envuelta en un abrazo que casi no la dejaba ni respirar. Aquella señora debía ser su madre, dedujo Klaire. Tenía los ojos vidriosos, y lucía una sonrisa que acentuaba las pequeñas arrugas que ya lucía alrededor de sus ojos verdes.
-        Ho…hola –consiguió articular-. ¿Mamá? ¿Papá?
-        Si, hija, vamos pasa dentro y ponte cómoda.
En el enorme recibidor había unas cuatro personas esperando para atender a Klaire en todo lo que pudiese necesitar: coger su abrigo, servirla un vaso de agua, acompañarla… pero Klaire lo que quería era darse una ducha. Así que subió al cuarto de arriba y en seguida la prepararon un baño caliente.
Una hora después, bajó al salón. Allí la esperaban sus padres y… ¿Dónde estaba Terry? Con toda la emoción expresada por sus padres, la había perdido de vista.
-        Eh… ¿Dónde está Terry?
La cara de su madre se endureció un tanto.
-        Ella tenía cosas que hacer –dijo seriamente, luego sus rasgos se dulcificaron un tanto-, ven, siéntate aquí, ¡Tenemos tanto de qué hablar! Has crecido tanto… la última vez que te vi eras una niña y ahora, eres toda una mujercita.
Klaire sonrió algo incómoda. Por mucho que aquellas personas fuesen sus padres, para ella ahora eran dos completos desconocidos de los que no se acordaba en absoluto.
-        ¿Qué te parece si damos una vuelta por la casa? –Propuso el hombre que debía ser su padre-.
-        Buena idea, James –se animó Kara-.
Los tres salieron del salón y comenzaron a recorrer el piso inferior. En la primera habitación que entraron, la biblioteca, Kara comenzó a contar a Klaire la de horas que se pasaba allí metida cuando apenas acababa de empezar a leer, o alguna que otra travesura que se le ocurría mientras su padre estaba trabajando. De la sala de juegos también tenían anécdotas, e incluso en la cocina y el baño, que tanto gustaba a Klaire, «Supongo que mi afición por el agua me viene de pequeña» pensó. Después, subieron al piso de arriba, donde se detuvieron largo rato en el dormitorio de los padres, el cual estaba lleno de fotografías, pero en las cuales Klaire apenas aparecía en un par. Finalmente, entraron en el que fue el dormitorio de Klaire. Y por primera vez en todo el recorrido, ella prestó atención, pues aquella habitación comenzó a despertar algunos recuerdos en su mente, aunque no estaban claros. Las paredes estaban decoradas con varias fotos de ella cuando era un bebé y alguna que otra de cuando era más mayor. Tenía una cama enorme en el centro, «¿No es un poco grande para una niña tan pequeña?» se extrañó. En una de las paredes, había una enorme estantería llena de libros de todas las formas y colores, y debajo un amplio escritorio lleno de papeles y utensilios varios. También había un solo marco con una foto en la que aparecía una niña de unos tres años montada a caballito sobre un señor de unos setenta. Ambos sonreían, felices.
-        Es tu abuelo, os lo pasabais tan bien juntos… -Comentó Kara, nostálgica.
-        Mamá… ¿Por qué me marché? –preguntó Klaire sin tapujos.
-        ¿No te acuerdas de nada de lo que pasó? –Habló por primera vez su padre, con voz grave.
«De las que no te atreverías a llevar la contraria», pensó Klaire.
-        No… apenas recordaba vuestras caras y… cuando intentaba recordar y me salía alguna imagen, enseguida se dispersaba y volvía a olvidarla. Ahora que estoy aquí comienzo a tener alguna ligera visión…
Los padres de Klaire se miraron un instante. Fue Kara quien habló:
-        Verás cariño, supongo que si has llegado hasta aquí es que leíste la carta que te dejamos, ¿es así? –esperó a que su hija asintiera con la cabeza y continuó-.Bueno, fíjate en la foto, ¿Ves esa mariposa de papel que vuela a vuestro lado? La hiciste aparecer tú. Con tan solo dos años y medio. Como fue un episodio aislado, lo dejamos correr. Pero volvió a manifestarse en ti el despertar de tus poderes tan solo dos años más tarde, esta vez en forma de telekinesis. Y ya no pudimos hacer como que no pasaba nada –Kara se fijó en la cara desorientada de su hija, suspiró-. Verás, Klaire. Los seres mágicos somos humanos hasta el despertar de nuestros poderes, algo que siempre ocurre cuando cumplimos los diez años. Nunca antes se había dado un caso como el tuyo, en el que la manifestación de los poderes se comenzó a dar a tan temprana edad. Teníamos miedo… -Kara pareció guardarse algo para sí, pero Klaire fingió no darse cuenta-Así que decidimos atar tus poderes y que te fueses a vivir como una humana más a Adelfield. Sólo queríamos protegerte.
-        No –cortó Klaire, hablando con toda la firmeza que pudo reunir-. No me disteis la oportunidad de ser fuerte. Ahora, tengo que empezar desde cero, como una niña pequeña. ¿No os dais cuenta de que sobre proteger a alguien es hacerle más débil?
-        Era mejor así, pequeña.
-        ¿Y mis recuerdos? ¿También me los robasteis? –Dijo, furiosa.
-        Si… -James levantó la mano ante el intento de réplica de su hija-. Era necesario, la única forma de que vivieses feliz, que no te preguntases quién eres, que te alejases de aquí. Lo que no entiendo es cómo han despertado tus poderes de nuevo.
Klaire fulminó a sus padres con la mirada y añadió, fría como un témpano de hielo:
-        Terry me hizo creer que estaba enferma, y me daba una botellita por la mañana y otra pasadas las doce horas… Ahora supongo que estoy perfectamente sana y lo que me he estado tragando durante todo este tiempo era una pócima para mantener a raya mis poderes, ¿no es así?
Sus padres asintieron, pero no dijeron nada.
Klaire se levantó y salió corriendo de la casa. ¿Había tenido el control de su vida en algún momento? Tenía que volver con Terry cuanto antes.


Matt había perdido la cuenta de los días que hacía que no sabía nada de Klaire, y su ausencia comenzaba a dolerle demasiado. Era absurdo, la conocía de tan poco tiempo… pero, había sido tan especial para él. Sacudió la cabeza para alejar los pensamientos y fijó la vista en el lago que tenía delante. Esa noche brillaba con intensidad el reflejo de la luna, completamente redonda, sobre su superficie completamente en calma. El ronroneo del motor sacó a Matt de su ensoñación:
-        Perdona, he tenido que hacer una parada en el camino –Brandon salió del coche y fue a reunirse en el porche con Matt. Se fundieron en un largo abrazo- te echaba de menos… ¡Has crecido!
-        Más bien tú has encogido, que estás ya mayor –bromeó Matt, contento de ver a su hermano después de tanto tiempo-.
-        Bueno, ¿Qué era eso tan importante que tenías que contarme?
-        ¿Descargamos el coche y te cuento?
-        Eso está hecho.
Entraron en la casa, descargaron las pocas pertenencias que llevaban encima y bajaron al salón. Comenzaron a hablar del pasado, del presente e incluso de sus planes futuros, mientras preparaban una suculenta cena. Cuando se sentaron a cenar, Brandon volvió a la carga:
-        Hace tanto tiempo que no nos veíamos que al final nos desviamos del tema, cuéntame cuál fue el motivo de esa extraña llamada.
Matt tragó. Había intentado dilatar el momento lo máximo que pudo. En realidad, no se le hacía fácil hablar del tema, ni siquiera con Brandon. Se aclaró un poco la garganta, mientras su hermano le miraba impaciente:
-        Verás, es sobre la misión.
-        Adelante –le animó Brandon, muy concentrado en su plato de tallarines-.
-        No puedo hacerlo, Brandon –soltó Matt-. Si fuese cualquier otra persona… pero, ella no.
Brandon olvidó sus tallarines y miró a su hermano fijamente.
-        ¿Qué estás diciendo?
-        Lo que oyes –respondió de forma áspera-. Verás, esta vez no es como las anteriores… esta vez la ejecución completa corre de mi cuenta. Y esta vez no es una persona cualquiera. Ella es especial, es única. –Su hermano seguía mirándole, incrédulo-. Al principio, pensé que se habían equivocado de persona, ella tan solo era una simple humana. ¿Qué motivos iban a tener contra una humana? Además, en el informe detallaban que era hija de los Lennox, y ya sabes que es una de las familias más poderosas de los physëfti. Así que decidí tomarme aquello como unas vacaciones –se encogió de hombros en respuesta a la mirada de reproche que le regaló Brandon-, pero todo cambió cuando fui a su casa. Su prima me sintió, sintió mi poder y yo el suyo. Y al día siguiente, cuando volví a ver a Klaire, ahí estaba… ese halo violeta que solo podía significar una cosa: sus poderes acababan de ser liberados. Y entonces me llamaste y… todo se volvió un caos. No puedo matarla, aunque sea una physëfti… ella no.
Su hermano hizo un sonoro chirrido al arrastrar la silla hacia atrás. Recogió rápidamente los restos de su cena y subió al piso de arriba, dando un sonoro portazo al encerrarse en la habitación.

Klaire aporreaba impaciente la puerta del apartamento de Terry. Necesitaba respuestas a sus preguntas, y las necesitaba inmediatamente. Estaba a punto de echar la puerta abajo cuando la cabeza somnolienta de Terry abrió:
-        ¿Qué ocurre, Klaire?
-        Oh… vaya… ¿Te he despertado? –una ráfaga de culpabilidad la invadió, quizá Terry necesitaba descansar y ella la había molestado.
-        Bueno, no pasa nada, anda, entra, no te quedes ahí parada. –Terry se hizo a un lado, dejando pasar a Klaire, quien fue directa al salón- ¿No te quedas en tu casa?
-        Mi casa está donde estés tú –respondió, firme-. Pero, dime, ¿Por qué permitiste que me ataran los poderes? ¿Por qué me has mentido durante tanto tiempo haciéndome creer que estaba “enferma”? ¿Por eso nunca he podido salir fuera de los límites de Adelfield? ¿Y qué pasa con todos mis recuerdos? –poco a poco, Klaire fue derrumbándose, hasta no poder pronunciar ni una sola pregunta más a causa de las lágrimas.
Terry la abrazó y permitió que se desahogase. Después la miró a los ojos:
-        No tenía otra opción, Klaire. Sé que ahora debes estar muy confundida, pero también sé que eres lo suficientemente fuerte como para poder con todo esto. –Terry la sonrió cálidamente- Tus padres estaban asustados, no sabían qué podía significar que tus poderes hubiesen despertado tan pronto, y bueno, en aquellos momentos corría por la ciudad el rumor de una profecía que hablaba de una persona con unos poderes extraordinarios que cambiaría por completo el mundo…y que tal y como se conocía en ese momento, dejaría de existir. Eso asustó a muchos, muchísimos ciudadanos. Así que las personas con un poder algo más especial, acabaron huyendo a la capital, a Orchideaceae. La ciudad se convirtió en una “caza de brujas” –Terry rió amargamente ante aquella comparación-. Tus padres decidieron atarte los poderes, y de ese modo, mataban dos pájaros de un tiro. Pero, una persona “no mágica” no podría sobrevivir aquí, en Metifte, así que decidieron que vinieras conmigo a Adelfield, donde la tía Morgana me podría preparar la poción que mantuviese tus poderes a raya y que cualquier cosa que tuviese que ver con la magia, fuese olvidada.
-        No lo puedo creer…
-        Siento mucho la forma en que te estás enterando de todo, pequeña.
-        Entonces mis padres… ¿Me odian? ¿Me ven como a un monstruo? –Klaire hablaba más para sí misma que para su prima, horrorizada-.
-        No te odian, pero si te temen. Temen tu poder.
-        ¿Y la alegría al verme? ¿Era todo ficción, para variar?
-        No, Klaire… ellos se alegran de verte, te echaban de menos.
-        Si tanto me echaban de menos, podrían haber venido a visitarnos, ¿no?
-        ¿Para qué? No serviría de nada, en cuanto se hubiese marchado, los hubieses olvidado.
Klaire sorbió por la nariz. Terry tenía razón, que hubiesen ido a verla solo añadiría más dolor al dolor, pero… le daba tanta rabia todo aquello. Sentía toda su vida como una farsa. De repente, se acordó de otra pregunta:
-        Terry, ¿Por qué no entraste conmigo a casa de mis padres? Son tus tíos, también los echarías de menos…¿No?
Terry apartó la mirada, pues sabía que Klaire sabría que mentía.
-        Tenía cosas que hacer. Además, ese momento era tuyo, debía dejarte tu intimidad.
Klaire la miró, poco convencida. Después se despidió y se fue a dormir, había sido un día demasiado intenso.

Matt apenas había podido conciliar el sueño. Nunca había visto a Brandon de aquella forma, jamás había reaccionado así ante nada, y eso que le había contado hasta la peor de sus trastadas. Le había pedido que se vieran para despejar su cabeza y solo había conseguido añadir una preocupación más. «¿Por qué no hago nada bien últimamente?» se preguntó con amargura. Sintió la presencia de Brandon detrás suya, pero no se giró, sabía que debía dejarle su espacio, así que continuó haciéndose el café.
Y así pasó la mañana, la tarde, la noche. Y dos días más. Cada uno haciendo su vida por separado. Matt solía entretenerse dentro de la casa, Brandon salía con el coche y volvía a las horas de comer. Fue al tercer día, mientras Matt escribía un par de anotaciones en su cuaderno, cuando Brandon se acercó a él:
-        Eres mi hermano, mi único hermano. Y te defenderé como he hecho hasta ahora, pero no puedo apoyarte. Si decides no cumplir con las órdenes, no voy a oponerme a ello, pero tampoco te ayudaré. ¿Entendido?
Matt asintió. ¿Qué otra cosa podía hacer? Se iba a marchar, cuando Brandon añadió:
-        ¡Matt!
-        ¿Si?
-        La chica… ¿Merece la pena? ¿Merece la pena que te juegues tu honor y tu vida por salvarla?
-        Si –afirmó el chico, sin un ápice de duda en sus ojos claros.

En los días siguientes no volvieron a hablar del tema. Terry disfrutó enseñando a Klaire la ciudad, quien comenzaba a recuperar algunos de sus recuerdos. Pasaban los días juntas, sin nadie más, sin preguntas incómodas que estropeasen el momento, pero aquello no podía durar eternamente. Al tercer día, mientras iba a comprar algo para comer, Klaire se encontró con su padre:
-        ¡Klaire! ¿Dónde estabas? Nos tenías preocupados…
-        ¡Oh, vaya! ¿Se os ha despertado el instinto paternal de repente? Pues es demasiado tarde –Klaire movió el brazo para zafarse del abrazo de su padre.
-        No hemos sido los mejores padres del mundo, es cierto, pero hasta los mejores se equivocan, ¿verdad?
Klaire mantuvo la mirada desafiante.
-        Danos una oportunidad, hija –la rogó- Pásate por casa a las cinco, ¿vale?
-        De acuerdo –aceptó, a regañadientes.
-        Bien, allí te esperamos –James se despidió de su hija con un beso.
Y, aunque no estaba muy convencida Klaire se presentó frente a la casa a la hora acordada. Una de las empleadas salió a recibirla y la condujo hasta el jardín, donde se hallaban sentados sus padres y un señor que ella no conocía. Se acercó con cautela, pues la cara de la persona que estaba sentada con sus padres le sonaba de algo:
-        ¡Klaire, has llegado! –Su madre se levantó para saludarla efusivamente-. Te presento a Harold.
-        Encantada –dijo la muchacha estrechando la mano del hombre.
-        Verás, queríamos compensarte por haber atado durante tanto tiempo tus poderes y que ahora te sientas tan insegura respecto a su uso –Klaire levantó una ceja, incrédula, pero su madre continuó-. Harold te ayudará a conocer cuál es tu poder, a controlarlo, a familiarizarte con él, a emplearlo como es debido y a dosificar tus energías para ello. Él será tu maestro a partir de hoy.
-        Si es tan amable, señorita –Indicó el hombre levantándose del asiento.
Klaire lo siguió hasta una zona algo más apartada de la casa y, de repente, una roca comenzó a levitar hacia ella. Klaire, asustada, quiso pararla y algo frenó de golpe el avance del proyectil.
-        ¿Qué ha sido eso? –Preguntó, alterada.
-        Quería probarte, nada más. Bien, ¿Qué sabes sobre tu poder?
-        Que lo tengo –dijo sencillamente, encogiéndose de hombros.
-        ¿No conoces algo más como su clase o su alcance?
-        No –Admitió-. Ni siquiera sé usarlo… sale cuando me asusto o me pongo furiosa.
-        Bien, bien –asintió el maestro-. Pues comenzaremos por lo básico: reconocer el poder y aprender a controlarlo a voluntad.
Klaire no sabía cómo podría ella hacer algo así, cuando desconocía dónde “guardaba” su poder, pero resultó mucho más sencillo de lo esperado. En apenas dos clases ya había aprendido a reconocer aquel cosquilleo cálido, como el roce de los rayos del sol, recorriéndola por dentro. Y a penas necesitó dos clases más para conseguir extraer el poder desde dentro de su cuerpo hacia fuera. El maestro estaba asombrado con el increíble progreso de su alumna, pero comenzaba a sospechar lo que eso podría significar. Así que, al terminar la clase, decidió reunirse con los padres de Klaire:
-        Klaire es una alumna maravillosa. Se entrega al cien por cien en las clases, progresa a una velocidad de vértigo, es aplicada y constante. Pero creo que en un par de clases más mis conocimientos comenzarán a quedarse pequeños para ella. Su poder es demasiado grande…
-        ¿Qué tratada de decirnos, Harold? –Preguntaron, inquietos.
-        Me temo que si quieren de verdad ayudar en el aprendizaje de su hija, tendrán que dejar que venga conmigo a Orchidaceae.
Los padres de Klaire intercambiaron una mirada llena de significado.
-        Si no hay más remedio…
-        Bien, partiremos pasado mañana –El maestro hizo una reverencia- Hasta entonces.
Klaire no acogió la idea con demasiado entusiasmo, pues dejaba allí todos los pocos apoyos que ella tenía, pero sus ansias de aprender la llevaron a partir hacia la capital con su maestro sin mirar ni una sola vez hacia atrás, donde sus padres y Terry la despedían con promesas que quizá no serían capaces de cumplir.